1. Sobre un regreso a la escritura a modo de Emily Dickinson o el placer de escribir

Cuando empecé este blog era una adolescente y por ello vivía en un estado de angustia perpetua. Eso es lo que los adolescentes hacen, supongo. Angustiarse. Claro que tenía motivos, todos siempre los tenemos en la adolescencia. Sentía que la muerte me respiraba en la nuca y me debatía entre alejarme de ella o acercarme con los brazos abiertos. Además, me veía como un ser lleno de posibilidades; lleno de talento y confiaba en que lo único que me separaba de algún estrellato difuso y lejano era lo dispuesta que podía estar (o no) a compartirme con el mundo. Hice este blog pensando que me impulsaría a alguna clase de reconocimiento.

Veía mi escritura como algo necesariamente pensado para los demás, como algo que tenía que agradar y ajustarse a lo que los otros querían leer. Pensaba que solo bastaría con publicar algunas entradas sin espíritu y completamente pensadas para ajustarse al gusto popular, lo que sea que eso signifique, para atraer a un montón de personas que, fascinadas con mi vida o con mi forma de pensar, me leerían con regularidad. Pero era todo una fabricación mal entendida.

No entendí que lo que nos hace acercarnos a lo que los otros escriben (o al menos lo que me hace acercarme a mí) es el placer de entender sus mentes. Quizás a veces un deseo morboso y chismoso por acceder a intimidades ajenas, pero siempre el gusto por sentirse cercano a un extraño; reconocer pensamientos, estilos de escritura y formas de pensar el mundo genuinos, únicos y que aún así resuenan en algún lugar con los propios.

Después, conforme fue pasando el tiempo, decidí que este espacio sería mi diario personal y mi cuaderno de borradores de escritura. Empecé a pensar que nadie me leería nunca y me desilusioné. Pero seguí escribiendo por si acaso. Esperando de nuevo un estrellato de chiripa, pero negando públicamente esa expectativa. Fui muy insufrible, pero todos lo somos de adolescentes. De eso se trata esa etapa: de sufrir y ser insufribles. De la angustia existencial y de querer ser alguien cuando no sabes nada sobre nada, pero te imaginas que lo sabes todo. 

Ahora, un montón de años después, puedo decir que ya no me importa que me lea mucha gente. No porque ya haya logrado ser leída por un montón de personas. Todo lo contrario. Es solo que creo que algo que me gusta tanto como escribir no debería de estar ligado a lo que los demás piensan. Ser leída (o no) no debería de tener poder sobre mi deseo de escribir. Me da tristeza que haya sido así por tantos años, pero me queda claro que ahora quiero escribir y crear y publicar por el puro gusto de hacerlo. Porque me gusta a mí y me complace a mí y porque yo me leo y me divierto mucho haciéndolo. Porque escribir me llena, me tranquiliza y me ayuda a pensar mejor. Escribir es ordenar la mente. 

Este cambio en mi forma de pensar la escritura se lo debo a Emily Dickinson. 

Empecé a leerla al inicio de la pandemia porque nunca he podido leer poesía por mucho tiempo y quería intentarlo. Tenía un pensamiento idealista metido entre las cejas sobre cómo hay que encontrar al poeta que resuena en la misma frecuencia que uno mismo o que eso es lo que hace la buena poesía: resonar dentro de nosotros. Quería encontrar poesía que me atrapara y en el trayecto averiguar si eso es algo que la poesía hace. Es decir, atrapar gente.

No sé cuál leí primero, pero recuerdo haberme quedado pensando en "Because I could not stop for Death..." y después en "Hope is the thing with feathers..." e iba a soltar mi antología cuando llegué a "My life closed twice before it's close-". Aúnvarios días después me quedé pensando en Dickinson, sus guiones, sus imágenes y su ritmo. 

Leí más de ella. Las especulaciones sobre sus amores, sobre cómo siempre iba de blanco y lo poco que salía de casa; sobre la publicación escasa de sus poemas y después, del descubrimiento de toda su obra escrita en márgenes de cuadernos y pequeños trozos de papel. Emily Dickinson, pensé, escribía por el puro gusto de escribir. O quizás por la necesidad de escribir. Por un hambre que solo era saciada con guiones, imágenes y versos. Me la imaginé viendo por la ventana de su casa o acostada en el piso, de noche, de día, pensando en la muerte, la eternidad y la vida. Pensando en lo que permanece y lo que se va. Me imaginé a Emily Dickinson y se me hizo tan hermosa esa forma de crear que me entristecí por la manera en la que había pensado mi escritura como algo para los demás. No como algo que fluye de mí, algo que sale porque debe salir sin importar si encuentra o no un público. O incluso, algo que existe independientemente de la mirada ajena y que sigue existiendo cuando no se le ve. Pensé en que quiero ser como Dickinson. Escribir porque hay que escribir. Porque lo dicta la necesidad personal en lugar de la necesidad de tener lectores.

He escrito ya para el "gusto popular" (sí, pobremente en este blog, pero se hizo el intento), he escrito bajo la selección temática de una revista de literatura, he escrito para agradar a mis editores, para llenar el cupo temático, para reseñar algo que en realidad no me importaba y he escrito de cine o de arte o de poesía o de algún autor sin llegar a quererlo realmente. He hecho eso y espero seguir haciéndolo durante muchos más años. Pero lo que más me ha llenado ha sido escribir por el puro placer de escribir. Hablar de los temas que mueven algo en mí, de mis autores favoritos, de mis lugares especiales, hablar de quién soy cuando me pongo junto a ellos: cuando los leo o los experimento.

Desde Dickinson, he descubierto que hay algo especial en la escritura personal. Una esencia confesional que me ha ayudado a entenderme a mí misma, a ordenar mi mente y comprender quién soy y lo que soy. Quizás esa clase de escritura no sea tan entretenida para los lectores, pero me niego a seguir pensando siempre en escribir lo que entretiene. Quiero escribir lo que quiero escribir. No será siempre posible en mi vida profesional, pero en lo personal, en este blog, será así siempre.

Pero entonces, ¿por qué un blog? ¿Por qué no escribir en un cuaderno o en los márgenes y en pedacitos de papel como Dickinson? Porque este blog es de mis más grandes remordimientos. Me duele no haberlo hecho bien y una parte de mí se niega a cerrarlo. Este blog fue importante porque me permitió un primer acercamiento al hábito de la escritura. Lo recuerdo con cariño, un cariño vergonzoso, supongo, pero cariño de todos modos. Quiero deshacer ese remordimiento y encauzarlo a la escritura por placer. A la escritura a la Dickinson.

Comentarios

  1. Que gusto leerte después de tanto tiempo. Un saludo y un abrazo afectuoso, yo también he regresado.

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